Se llamaba Juan Santana.
Alto canario y sereno,
Con la espalda como un muro
Para fusilar los sueños.
Nació frío como un pez.
No tuvo padres ni abuelos.
Sí nanas de bajos mares
Y cuna de altos camellos.
Pronto por corazón tuvo
Un arenal polvoriento,
Seco de harina de millo
Y arena de los desiertos.
Se le quedaron las venas
Secas como ríos secos
A fuerza de buscar pozos
Para diez troncos sedientos.
Cultivó caña de azúcar.
Crucificó tomateros
De gruesas gotas de sangre
Para los ingleses cuervos.
Pescó en la costa de África.
Cargo harina en cinco puertos.
Tuvo cuatro novias serias
Y solamente una en serio.
Por ésta marchó del valle
A América, por dinero.
Ave María Purísima,
Cómo volvió de tan lejos.
¿Dónde estás, dijo a su niña,
dónde estás que no te veo,
que sólo te tengo a ti
y a ti casi no te tengo?
-Aquí estoy, mas soy de otro.
Perdóname, santanero.
Largos como años sin pan
Fueron los de tu destierro.
Diste tu tiempo por oro,
Sabiendo que es oro el tiempo.
Fuerte dolor, fuerte pena.
Juan Santana, santanero,
Como no conoció padres
No pudo renegar de ellos.
Echada sobre los ojos
La sombra de su sombrero,
Vino de mal en peor
Y de poco vino a menos,
De la blasfemia al alcohol,
Del alcohol al cementerio.
El, que vivió como un ave,
Vino a morir como un perro.
El, que sonó con el oro,
No halló en qué caerse muerto.
Le encontraron los bolsillos
Llenos de pétalos secos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario