domingo, 18 de abril de 2010

EL ELOGIO Y LA CENSURA


Por Fernando de la Puente

Muchos educadores logran no abusar de premios y castigos porque saben animar por miedo de la alabanza, una estrategia educativa-que facilita la madurez de la persona.


La alabanza constructiva es siempre estimulante, a los hijos les ayuda a tener una visión realista y animosa de sí mismos. Siempre que digamos algo elogioso a un niño o adolescente sería interesante preguntarse: "Lo que le voy a decir ¿le anima a superar dificultades, a respetar a los otros, a querer ser mejor?"


La alabanza contraproducente

Leí en un autor inglés esta historia. En un viaje en tren utilizaban el mismo compartimento un matrimonio con dos niños y otros dos pasajeros. Uno de los niños parecía muy tranquilo durante un largo rato, como pensativo. Uno de los pasajeros alabó al niño: " ¡qué niño tan bueno y encantador! " A los pocos segundos el niño se había vuelto nervioso; manipulando el cenicero adosado a la ventana del vagón muy pronto derramó sobre el pasajero las cenizas que contenía. Dice el autor que la alabanza le hizo sentirse culpable (estaba pensando precisamente como "deshacerse" de su hermanito por el que sentía unos celos terribles); de ahí su necesidad inconsciente de mostrarse malo, no merecedor de tal alabanza.


Puede creerse o no esta interpretación psicológica, pero lo cierto es que muchas veces las alabanzas inoportunas o infundadas crean tensiones y mal comportamiento. Cuando un niño, que a sus ojos no es tan bueno, oye que le dicen "eres un niño excelente", para mostrar su verdadero yo se porta mal. Y es que la alabanza fácil que va dirigida al ser de la persona nadie se la cree porque cada uno conoce sus deficiencias.


Otras veces, muchos niños y adolescentes, por causas muy diversas, creen las falsas alabanzas, pero luego éstas les producen ansiedad. Se ven obligados a responder a lo que otros creen de él, pero no logran confirmarlo con los hechos. Otras veces se preguntan: "si soy listo como dicen ¿por qué no entiendo bien las cosas difíciles de los libros?" Se aconseja que la alabanza esté de acuerdo con la realidad del niño.


Nuestras palabras y las deducciones de los hijos


¿Podemos aprender a fonnular buenas alabanzas? Nuestros comentarios sobre el comportamiento de los hijos se han de fortnular de tal modo que ellos saquen deducciones positivas y realistas acerca de su personalidad. Toda alabanza tiene dos partes:

a) nuestras palabras,

b) lo que ellos deducen de nuestras palabras.


Una frase bien forniulada sería: "estas notas son mejores, me alegra mucho que hayas obtenido mejores resultados". El niño puede deducir que vale la pena el esfuerzo que hizo, que se estima su trabajo. Pero si decimos: "qué buen estudiante te has vuelto", el nido puede deducir que ya es un buen estudiante lo cual no es exacto. Cuando utilizamos el verbo "ser", "llegar a ser", "volverse", "convertirse", ete... elevamos un hecho concreto a la categoría de diagnóstico acerca de la persona.


Otro ejemplo; si decimos: "gracias por decirme que te di dinero de más en la paga semanal", el niño deduce que ha cumplido con su deber, que no ha abusado. Pero si decimos: "¡Qué honrado eres hijo!", estamos haciendo una generalización excesiva. La mayor parte de los niños pueden creérselo e irse volviendo más o menos vanidosos. Y si no se lo creen, pueden pensar: "o mi padre me está adulando o no tiene ni idea, porque yo no soy tan honrado". Y si son preocupadizos o inseguros pueden sentir culpabilidad, "mi padre se cree que soy honrado y no lo soy".
Otra frase bien formulada sería: "gracias por lavarme el coche", de la que el niño deduciría que ha realizado un buen trabajo. Pero si decimos: "¡Qué bueno eres!", estamos exagerando de nuevo.


Naturalmente, estamos hablando con un poco de exageración. Por decir "qué bueno eres" alguna vez, no vamos a estropear a ningún niño. Pero deberíamos evitar utilizar habitualmente esa estrategia incorrecta e inútil, porque o se vuelve contra nosotros, o daña levemente el corazón del niño, o en todo caso es una alabanza inútil e ineficaz que no anima a nada positivo.
No son cosas tan pequeñas y sin importancia. Está en juego algo muy grande e importante como es la imagen realista y sana de sí mismo, el no hacerse vanas ilusiones acerca de su personalidad. Porque, atención, todo aquello que los hijos concluyen de nuestras palabras, después se las repiten silenciosamente a sí mismos. Funciona un monólogo interior que va determinando la opinión, concepto y expectativas personales. Una imagen de sí mismo que puede ser verdadera o falsa.


La alabanza constructiva


Podríamos formular un principio fundamental: la alabanza positiva debe tener relación con los hechos, los esfuerzos y logros reales del niño y adolescente, y no con su carácter o personalidad. Debe reflejar una imagen realista de los resultados, no una definición celestial de su persona.
Lo positivo es decir: "qué bien hiciste esto", "esta letra está bien", "has resuelto con rapidez hoy estos problemas", "me gusta corno has arreglado hoy tu cuarto", etc, Lo negativo sería por lo tanto decir: "¡Qué inteligente eres!, ¡qué hábil eres!, ¡qué obediente eres!". La alabanza sobre los hechos es constructiva porque hace sentirse satisfecho del esfuerzo concreto realizado.
¿Qué es lo que nos impide practicar una alabanza constructiva? Para alabar los hechos hay que fijarse y observar a nuestros hijos/as, caer en la cuenta de sus esfuerzos. Y eso requiere cierta presencia y observación. Otra dificultad es la falsa creencia de que alabando a la persona, calificándola sin más de buena o excelente ya por eso va a convertirse en eso.
La alabanza correcta tiene el poder de promover el crecimiento, pero sin prisas. Se va integrando lentamente en el organismo y es una dosis de autoestima y satisfacción que va animando poco a poco a crecer.


¿Es necesaria la alabanza constructiva?


Toda persona necesita ese refuerzo humano. La satisfacción del deber cumplido, sobre todo en niños y adolescentes, no es suficiente. Ni siquiera el adulto puede realizar constantemente esfuerzos de calidad profesional sin refuerzos efectivos. Todos agradecemos íntimamente ese refuerzo sano y limpio, como un aire puro que llena el espíritu. Lo buscamos inconscientemente en el rostro de los demás, en las reacciones, en algún detalle que nos haga ver que nuestros esfuerzos han valido para algo.


Los adultos buscamos y obtenemos, en la vida profesional y en las relaciones con los demás, esos reforzadores positivos (el respeto, el trato considerado, las palabras de aliento y felicitación, etc.). Pero los niños y adolescentes lo necesitan mucho más. Sus motivaciones son muy remotas (se preparan para la vida); están en situación de aprendizaje, observación y evaluación (todos les eva- lúan y les examinan); los iguales les tratan sin piedad; muchas veces no encuentran satisfacción en el aprendizaje escolar. Es decir, reciben en general pocos refuerzos estimulantes. Por otra parte tienen una enorme necesidad, de reconocimiento y aprobación por parte de los adultos.


El refuerzo positivo


La alabanza es un refuerzo positivo.
Es como una respuesta que le llega a la persona desde el ambiente exterior. Produce dos efectos:
a. Una satisfacción interior. Como si la persona se dijera a sí misma: "si he tenido un éxito es que valgo y esto me da seguridad, me satisface la necesidad de ser aceptado por mi mismo y por los demás".


b. La aparición más frecuente de la conducta positiva que ha sido reforzada. Cuando alguien te dice; "has acertado", te refuerza la conducta y se produce un auténtico aprendizaje. Si hay ausencia de refuerzos positivos se debilitan poco a poco las formas de comportamientos adecuados. Los padres y educadores poco reforzadores no provocan agresividad pero sí la extinción gradual del comportamiento positivo.


El buen educador se las arregla para proporcionar éxitos, es decir, encomendándole tareas que pueda realizar bien, para poder reforzárselas inmediatamente. Preguntémonos: ¿Qué tareas pedimos a nuestros hijos? ¿Proporcionadas a sus fuerzas? ¿Adecuadas a su punto de partida o situación inicial? Cuando el niño ve que, haciendo las cosas bien, es elogiado, aprobado por las personas significativas para él (padres, profesores ... ), entonces intensificará el comportamiento acertado.


El refuerzo-alabanza para ser eficaz:


a. Ha de ser otorgado inmediatamente, lo más cercano posible en el tiempo a la conducta que se quiere reforzar. Por eso en lo académico se procura que las calificaciones no queden muy lejanas de los exámenes. También los premios y castigos lejanos a las conductas correspondientes, son menos eficaces. Tener a un niiío seis días en cuarentena a la expectativa de un prenúo o castigo, es un error pedagógico.


b. Ha de ser comunicada directamente, de modo que el niño o adolescente lo oiga en directo. No basta hablar bien a espaldas de los niños, hay que darles la satisfacción de escuchar la alabanza.


e. Ha de ser expresada sinceramente, sintiéndolo, no artificialmente, "porque hay que usar la técnica de alabar".


d. No ha de ser alabanza a la persona y sus cualidades, que no son objeto de mérito alguno (ser guapo, listo, simpático, etc.). Se trata de alabar hechos y esfuerzos reales, aunque sea de pequeñas cosas.


Refuerzo subjetivo y refuerzo objetivo


El refuerzo subjetivo o personal es la aprobación que relaciona la persona del niño con la persona del padre o educador. Ejemplo: "estoy contento, satisfecho de ti". No conviene abusar de este refuerzo. Es como acudir a cierto chantaje afectivo: "hazlo por mí". Es peligroso porque ellos te pueden decir a su vez: "papá, aunque no lo entiendas hazlo por mí y dance lo que te pido", que es lo que en el fondo te dicen en todo chantaje: "si no me das esto es que no quieres hacer nada por mí o no me quieres".


Este refuerzo personal es un tanto paternalista, por- que si estamos pasando mala racha con el hijo/a, o él/ella con nosotros, este refuerzo no vale mucho. El niño podría pensar "me importa un bledo que esté contento conmigo". Y si se lo toma muy en serio, porque está identificado efectivamente con nosotros, el día que no encuentre ese refuerzo personal se sentirán desatendidos o frustrados. Por eso se aconseja no usarlo frecuente ni exclusivamente.
La otra alternativa es el refuerzo objetivo, la alabanza de los hechos haciéndoles ver que han acertado objetivamente. Pero teniendo en cuenta que los hechos que se alaban no deben ser exclusivamente los resultados, sino los medios puestos en práctica, la forma de hacer las cosas, el esfuerzo personal. Debemos alabar mucho más el esfuerzo que los resultados.


La alabanza "barata"


Hay que tener cuidado con la alabanza "barata". Es el elogio de algo que es mediocre, de cualquier realización floja en el ámbito escolar o casero. No deberíamos alabar cualquier cosa ni vender barata nuestra alabanza puesto que lesionaríamos en el fondo la autoestima del niño o adolescente:


a. La alabanza barata en el fondo está transmitiendo el mensaje de que el niño es tan mediocre que no se puede esperar nada mejor, (él se da cuenta de que las cosas que ha hecho no están del todo bien).


b. No estimula a superarse y descubrir los verdaderos talentos. Si basta un mal esfuerzo para recibir alabanzas, ¿para qué esforzarse más? "Si al profesor le gusta esta birria de trabajo -dijo un niño- ¿para qué hacer una cosa mejor?"


e. Tampoco se asumirán riesgos e iniciativas nuevas. Si con actuaciones fáciles se logran alabanzas, ¿para qué intentar nuevas metas?.


La alabanza indiscreta

Es la alabanza egocéntrico, como un desahogo personal. En general no es recomendable. No decimos que sea perniciosa o traumática, pero no es muy educativa. A veces puede tener efectos negativos:


a. Cuando decimos demasiado enfervorizadamente, o demasiadas veces: "¡Qué maravilloso eres!", "¡qué haría tu madre sin ti!", estamos tomando al niño como instrumento. Nos compensamos de nuestras insatisfacciones personales. "Comprarnos a bajo precio" la devoción del niño hacia mí. Y esto lo utilizará él o ella para manipulamos.


b. Puede llegar a deteriorar la relación afectiva. Los niños pueden llegar a sospechar que tanto elogio es un entusiasmo fingido y por tanto un cariño fingido. Puede pensar: "¿Me quieren mis padres de verdad? ¿No se dan cuenta que no soy tan maravilloso?"


c. Incluso desencadena a veces reacciones de agresividad. Como no puede decir, como los triunfadores adultos "no esperéis tanto de mí", decide rebajar el cartel por medio de una manifestación externa negativa; pues no puede soportar que aparezca el fracaso. real y defraude a los suyos. Esta reacción en el fondo es un síntoma positivo de salud. Está reclamando que le pongan en su sitio. No quiere fingir a ser un "niño ideal". Los introvertidos orgullosos o vanidosos, que siguen el juego a la alabanza falsa, son los que caen en la trampa de defender un yo ideal que no existe.


La alabanza indeseable


Entre las alabanzas contraproducentes (las que se dirigen a las pretendidas cualidades o modos de ser de la persona) se recomienda evitar especialmente la llamada "alabanza indeseable".
Es la alabanza que proviene de la excesiva ilusión o la ilusión proyectada. Ante algunos síntomas aislados de ingenio o viveza mental, el padre piensa: "¡Ya está!, me tocó un listo en la familia".


Pero los niños "dan la pega" fácilmente; hay niños que se expresan bien, son vivos, pero no por eso podemos concluir que tienen una inteligencia superior a la normal.
En un primer momento el niño puede interiorizar esa imagen; pero como esa imagen no se corresponde con la realidad o experiencia real, entonces puede reprimir la experiencia real, creando una imagen falsa de sí mismo, o vivir en la ambigüedad y angustia generalizada, al darse cuenta, en todo o en parte, de que su realidad no coincide con la etiqueta que le adjudica la alabanza.


En general, para los adultos la alabanza es siempre embarazosa. Aquel famoso campeón olímpico de skí, Francisco Fernández Ochoa dijo "lo peor de un triunfo es que la gente espera ahora grandes cosas de mí.. tengo que satisfacer las expectativas del público; ser héroe es aterrador".
En los niños/adolescentes se establece una lucha semiconsciente o semivoluntaria entre aceptar su realidad o aceptar la alabanza-imagen que quieren etiquetarle. Si la acepta cree que logrará más aprecio, afecto, mantener la popularidad, premios, ete. Esto le produce ciertos sufrimientos internos: tener que aparentar lo que no es realmente y dejarse alabar; un terrible terror y vergüenza a caer de nivel; una inseguridad afectiva al sospechar que si no da la "talla" no le querrán igual. Inconscientemente se dice: "tengo que aparentar lo que no soy para que me sigan queriendo".


En consecuencia, tales niños o adolescentes pueden manifestar o desarrollar un variado repertorio de conductas o actitudes:


- Hipocresía moral. hacerse el bueno, obediente, aparentar que ama a su hermano... sentimientos conscientemente fingidos.


- Supercompensación. Estudiar como loco, más allá de las fuerzas y las horas, a costa del descanso necesario, del tiempo de ocio, aficiones, diversión, capacidad de amistad... para "no defraudar y dar la talla que se espera".


- Inhibición. No actuar para no enfrentarse con el veredicto de los hechos y la evaluación objetiva. Ocultarse en momentos de tener que mostrar sus cualidades. Hacerse el enfermo para "ponerse" en situación de inferioridad de condiciones y justificar su bajo rendimiento. En esa línea, acentuará quizás defectos personales (desorden, pereza, distracciones, callejear) con el mismo objetivo. Las distracciones son involuntarias pues el psiquismo está ocupado inconscientemente.


- Falsa compensación. Como en la alabanza inoportuna intentará reaccionar con mal comportamiento conscientemente, para "rebajar el cartel", o bien dejar de estudiar para que vean que no es tan listo. Como dijimos ésta es la reacción más sana. Si se sabe entender por los mayores, es fácil salvar la autoestima sana y real, y recomponer el concepto de sí mismo y la aceptación por parte de los demás.


- Fijaciones histéricas. A ciertos niños/as les suceden fuertes bloqueos de atención que les impiden casi totalmente concentrarse en el estudio (de modo que, en vez de lograr notas normales, que es lo que podrían conseguir, al no poder lograr notas excelentes, que es lo que les exige su falsa imagen, terminan hundiéndose en el fracaso escolar). En este sentido, hay niños que llegan a "contraer enfermedades", falta de sueño, anorexia, hipersomnolencia, jaquecas, etc. que les impiden funcionar.


Observación final. Se dirá que no es posible que unas alabanzas indiscretas produzcan esos desastres. No decimos "unas cuantas alabanzas", sino unas actitudes o hábitos que producen la interiorizaci6n de una falsa expectativa o ilusión, especialmente cuando esto ocurre en niños vulnerables. Es verdad que hay alabanzas personales baratas, o no del todo correctas, en muchas expresiones efectivas cotidianas. Pero, una cosa es esa motivación afectuosa ocasional, coloquial y sencilla, y otra es la frecuente "alabanza indeseable" que le presiona a ser lo que no le es posible ser o a lograr resultados imposibles.


Recordemos, el elogio o alabanza es un arma poderosa que puede y debe utilizarse para ayudar a crecer a niños y adolescentes y animarles a superar dificultades. Como todas las estrategias, ha de utilizarse oportuna e inteligentemente. Pero no hemos de dejar de utilizarla. Se suele decir que padres y educadores utilizamos más la censura que la alabanza.

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