martes, 20 de abril de 2010

LAS CUATRO REGLAS


Educar no es una tarea fácil. Es por ello que sería bueno establecer unas reglas del juego para que la crítica en familia sea positiva.

Primera: Para que alguien tenga derecho a corregir tiene primero que ser persona que esté capacitada para reconocer lo bueno de los demás y que sea capaz también de decirlo: que no corrija quien no sepa elogiar de vez en cuando. Porque si un padre no reconoce nunca lo que su hijo o su mujer hacen bien, ¿con qué derecho podrá luego corregirles cuando fallen?.En este sentido no debemos olvidar que, el que nada positivo encuentra en los demás tiene que replantear su vida desde los cimientos: algo en él no va bien, tiene una ceguera que le inhabilita para corregir.

Segunda: Ha de corregirse por cariño: tiene que ser la crítica del amigo, no la del enemigo. Y para eso tiene que ser serena y ponderada ,sin precipitaciones y sin apasionamiento: tiene que ser cuidadosa, con el mismo primor con que se cura una herida, sin ironía ni sarcasmos, con esperanza de verdadera mejoría.

Tercera: Tampoco debe darse la corrección sin antes hacer examen sobre la propia culpabilidad en lo que se va a corregir. Cuando algo marcha mal en la familia, casi nunca nadie puede decir que está libre de toda culpa. Además, cuando uno se siente corresponsable de un error, corrige de forma distinta. Porque corrige desde dentro, comenzando por la confesión de la propia culpa. De este, el corregido entenderá mucho mejor porque empezamos por compartir su error con el nuestro, y no lo verá como un agresión desde fuera sino como una ayuda desde dentro.
La crítica destructiva es tan fácil como difícil es la constructiva. Resulta muy eficaz que en la familia haya fluidez en la corrección, que se puedan decir unos a otros las cosas con normalidad. Que los agravios o los enfados no se queden dentro de los corazones, porque ahí se pudren poco a poco.

Cuarta: Ésta es una regla múltiple sobre la forma de llevar a cabo la corrección. Ésta ha de ser cara a cara, pues no hay nada más sucio que la murmuración o la denuncia anónima del que tira la piedra y esconde la mano; a la persona interesada y en privado; y siempre sin comparar con Otras personas: nada se: “aprende de tu primo, que saca buenas notas, o del vecino de arriba es tan educado…”
Con mucha prudencia antes de juzgar las intenciones y no hablar de lo que no se ha comprobado bien, pues corregir sobre rumores, suposiciones o sospechas, supone hacer méritos para ser injusto.
La corrección debe ser específica y concreta, no generalizadora: sabiendo centrarse en el tema, sin exageraciones, sin superlativos, sin abusar de palabras como siempre, nunca… Conviene hablar de una o dos cosas cada vez, porque si acumulásemos una lista parecería una enmienda a la totalidad más que otra cosa; y sin reiterarlas demasiado : hay que darles tiempo para mejorar. Además, la excesiva machaconería se vuelve también contraproducente.

El mejor momento

Por último, hay que saber elegir el momento para corregir o aconsejar, que ha de ser cuento antes, pero siempre esperando a estar los dos tranquilos parra hablar y tranquilos para escuchar: si uno está aún nervioso o afectado por un enfado, quizás sea mejor esperar un poco más, porque de lo contrario probablemente se estropeen más las cosas en vez de arreglarse. Corregir si, pero siempre poniéndose antes en un lugar, haciéndose cargo de sus circunstancias, procurando, como dice el refrán, calzar un mes sus zapatos antes de juzgar.
Actuando así , se corrige de modo distinto. Incluso veremos que muchas veces es mejor callarnos: hay quien dijo que si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, hallaríamos en sus vidas penas y sufrimientos suficientes como para desarmar nuestra hostilidad.

Un buen ambiente familiar


La buena relación entre padres e hijos se puede armonizar perfectamente con la autoridad que requiere la educación . Es preciso crear un clima de gran confianza y de la libertad, aun a riesgo de que alguna vez sean engañados. Más vale que luego ellos se avergüencen de haber abusado de esa confianza y se corrijan. En cambio cuando falta un mínimo de libertad, la familia se puede convertir en una auténtica escuela de simulación.



Para Pensar


En la antigua Grecia (469 - 399 AC), Sócrates era un maestro reconocido por su sabiduría. Un día, se encontró con un conocido, que le dijo muy excitado:


- "Sócrates, ¿sabes lo que acabo de oír de uno de tus alumnos?"


- "Un momento" respondió Sócrates. "Antes de decirme nada me gustaría que pasaras una pequeña prueba. Se llama la prueba del triple filtro".?


- "¿Triple filtro?"?


- "Eso es", continuó Sócrates. "Antes de contarme lo que sea sobre mí alumno, es una buena idea pensarlo un poco y filtrar lo que vayas a decirme. El primer filtro es el de la Verdad.


¿Estás completamente seguro que lo que vas a decirme es cierto?"


- "No, me acabo de enterar y..."?


- "Bien", dijo Sócrates. "Así que no sabes si es cierto lo que quieres contarme. Veamos el segundo filtro, que es el de la Bondad.


¿ Quieres contarme algo bueno de mi alumno?"


- "No. Todo lo contrario..."?


- "Con que" le interrumpió Sócrates, "quieres contarme algo malo de él, que no sabes siquiera si es cierto. Aún puedes pasar la prueba, pues queda un tercer filtro: el filtro de la Utilidad.


¿Me va a ser útil esto que me quieres contar de mi alumno?"


- "No. No mucho."?


- "Por lo tanto" concluyó Sócrates, "si lo que quieres contarme puede no ser cierto, no es bueno, ni es útil, ¿para qué contarlo?".

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