lunes, 12 de abril de 2010

El niño Feliz


Ana Villar MataRevista Educación Hoy, No. 59


Desde el momento en que nace un hijo, y en ocasiones incluso antes, la mayoría de los padres idean planes en relación al pequeño, albergan esperanzas acerca de cómo les gustaría que fuese, qué les gustaría que llegase a ser, etc. Pero por encima de esos sueños, prevalece un objetivo principal y universal, el de que nuestros hijos sean felices.



Anclados en una sociedad que prima el tener al ser y el competir al compartir, tenemos, como resultado, dificultades en descubrir nuestra propia felicidad y soñamos con grandes logros que nos la brinden y con grandes tesoros que nos la aseguren. Acostumbrados más a la mirada hacia el exterior y los otros, que hacia nosotros mismos, solemos esperar que la felicidad nos llegue de fuera, planeando y proyectando meritorias hazañas y/o soñando con grandes fortunas. Con el tiempo nos damos cuenta de que las grandes metas alcanzadas, por sí solas, no nos dan la plena satisfacción y que siempre hay más metas que no alcanzamos. Descubrimos que muchas veces son las pequeñas cosas las que nos hacen sentirnos mejor; un paseo con un amigo, una caricia de una persona amada, sentirnos capaces de mostrarnos tal como somos, compartir nuestros sentimientos, etc.


Hay personas con grandes dificultades de ser felices porque basan su felicidad en cosas efímeras o inalcanzables. Incapaces de escucharse a sí mismas, intentan ser lo que no son creyendo que aquello que les falta es justamente lo que les dará la dicha.


La felicidad está más relacionada con los logros íntimos que con los públicos. La persona tiene más facilidad de ser feliz cuanto mejor se conozca: necesidades, deseos, capacidades, etc., y mejor se sienta consigo mismo. Se marcará metas acordes a sus necesidades e ilusiones utilizando y potenciando sus capacidades y posibilidades y pudiendo reconocer sus limitaciones.
Cuando tenemos hijos volvemos a caer en el error de esperar que, dándoles todo lo que podamos, alcanzarán más fácilmente la felicidad, olvidándonos de que se trata más de un recorrido por uno mismo y que sólo uno puede realizar. Los padres, eso sí, pueden enseñarles el camino y apoyarles a que lo consigan.


Cuando un niño es feliz...


Los niños nos transmiten de mil formas su estado de ánimo y no resulta difícil descubrir cuando están felices. Algunas de las pistas son:
Se muestra generalmente alegre: ríe, canturrea, etc.
Está deseoso de jugar y disfruta del juego.
Busca la compañía de otros niños, pero puede entretenerse solo
Se muestra tranquilo.
Se interesa por las cosas nuevas, pregunta e investiga por lo que no conoce. Se entusiasma con facilidad.
No muestra dificultades significativas en su aprendizaje.
No le cuesta expresar cariño.
Es imaginativo y crea sus propias obras: pinturas, cuentos, juegos, chistes, etc.
Es muy expresivo en sus gestos.
Por el contrario, cuando un niño se encuentra triste o se siente infeliz:
Se aburre y se cansa de todo enseguida.
Se muestra apático, con falta de interés por las cosas.
Disminuye el rendimiento escolar.
Le cuesta entablar amistad, tiende a aislarse.
Se siente inseguro por todo.
Padece trastornos del sueño y/o del apetito.
Muestra gran irritabilidad, está nervioso sin motivo aparente.
Puede mostrarse enfadado, con comportamientos de cólera y rabia.
Tiene manifestaciones agresivas físicas y/o verbales.
En el momento en que confluyan dos o más indicadores de los arriba señalados, podemos afirmar que algo va mal emocionalmente en el niño y debemos estar atentos a ello porque podría tratarse de una depresión. Es conveniente consultar con un profesional.
En la adolescencia
Resulta algo más difícil conocer el estado emocional de los adolescentes porque suelen ser más reservados, sobre todo con los padres.
Suelen basar su felicidad en:
El éxito en las relaciones con los otros: sentirse integrado o líder de un grupo, ligar.
Sentirse capaz de sacar sus estudios.
Ejercer su autonomía.
Sentirse comprometidos con alguna idea o causa que sientan justa.
Son unos años llenos de ilusiones y proyectos, todavía no estamos condicionados por lo que se debe hacer y lo que se debe ser o pensar, etc.. Nuestros sentimientos son más altruistas y uno se atreve a moverse más con el corazón. Es por todo esto que se recuerdan con tanta añoranza.


Cuando el adolescente no se siente feliz...


Tiene pensamientos autocríticos negativos: no puedo, no valgo, soy feo@, etc.
Abandona su aspecto físico, dejadez y desgana por la higiene. No hay que confundir con que al pertenecer a algún grupo o tribu lleve un aspecto desarreglado.
Se aísla de amigos y de familia. Pasa las horas muertas en su habitación echado en la cama.
Impulsos autodestructivos.
Tendencias hipocondríacas.
Se muestra siempre cansado.
Fracaso en los estudios, suele querer dejar de estudiar para no volver a enfrentarse a la frustración y a sentirse incapaz.
Al igual que decíamos con los niños, tendremos que estar atentos a estos indicadores para poder ayudarles.
Fomentar la felicidad
En el recorrido hacia la felicidad existen unos pasos clave para encaminarnos adecuadamente a ella. La función de los padres en este caso es la de favorecer el que nuestros hijos aprendan este camino.
Las bases fundamentales para que la persona pueda encontrar la satisfacción plena y en las que nuestro papel como padres es esencial son:


A) El cariño: Todo niño se debe sentir querido para crecer de forma sana. El pequeño debe sentirse amado por el simple hecho de existir. El amor es el mejor alimento para crecer. Cuanto más amados nos hayamos sentido, más fácil nos resultará amar a los otros. La capacidad de amar es una de las herramientas que nos puede hacer sentirnos más felices. No basta con que les queramos, debemos demostrárselo.


B) La autoestima: Que el niño tenga una representación de sí mismo de valía. Es importante que desarrolle una alta autoestima, ya que está directamente vinculada a la capacidad de bienestar y felicidad: a la capacidad de relacionarse, al éxito en el aprendizaje, etc. No conseguiremos que nos valoren si antes no nos valoramos nosotros mismos. El niño con alta autoestima valora lo que hace, toma iniciativas, se siente capaz de ser responsable, puede superar los fracasos, tiene capacidad de frustración, etc.


C) La empatía: La capacidad de ponerse en el lugar del otro, es decir, alcanzar la comprensión del otro desde su punto de vista. Si somos capaces de comprender los puntos de vista de nuestro hijo sin juicios, si le escuchamos tanto lo que nos dice como su lenguaje corporal, es que podemos empatizar con él, lo cual favorece el que nuestro hijo aprenda de nosotros a hacerlo. Si somos capaces de entender al otro, es más fácil que nuestras relaciones sean un éxito y nos llenen de satisfacción.


D) El autoconocimiento: Cuanto más nos conozcamos, mejor adecuaremos nuestros proyectos a nuestras necesidades y posibilidades, evitaremos fracasos personales y favoreceremos el que nos sintamos satisfechos con nuestra vida.


E) La seguridad básica: Otorgarles responsabilidades que sepamos que son capaces de realizar alimenta la seguridad. Puesto que no podemos vivir los conflictos por nuestros hijos, lo mejor que podemos darles es la seguridad en ellos mismos para que se sientan capaces de resolverlos.


F) La confianza: La base de la seguridad de nuestros hijos es la confianza en ellos. Un ambiente de confianza en la familia ayuda a sus miembros a permanecer unidos afectivamente. Si alguna vez nuestro hijo se mete en dificultades se atreverá a compartirlo si anteriormente ha gozado de la confianza necesaria.


G) La autonomía: Ir adquiriendo paulatinamente independencia. Intimamente ligada a la seguridad básica, la confianza y la toma de responsabilidades. La persona es más madura cuanto más autónoma sea, lo cual le reportará satisfacciones más plenas y duraderas.


H) Los valores: Llenar nuestro espíritu de buenos valores nos ayuda a sentirnos plenos y a encaminar nuestra vida al logro de proyectos ideales, a proyectos de felicidad: la justicia, la libertad, la paz mundial, la igualdad, etc. Valores que harán de nuestros hijos más personas.


I) La motivación y los intereses: Debemos diferenciar lo que serían nuestros intereses para con ellos de los que son los suyos. Cada persona debe descubrir aquello que realmente le motiva, porque esto hará que su consecución le dé satisfacción.


J) La creatividad: Hay que ayudarles a dar salida a su imaginación, a la expresión de su creatividad. La creatividad ayuda a tener conciencia de sí mismo, es decir, a la adquisición de la identidad. El desarrollo de la creatividad favorece un sentido positivo hacia la vida y hacia uno mismo.

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